sábado, 24 de noviembre de 2007

Neurotico, eso soy...


Douglas enloquecio, Douglas murio, y eso a quien le importa, se podria abrazar la idea de que le importa un poco a quien lee esto, pero es muy poco probable; Douglas fue un narcicista egolatra al suicidarse y no pensar a quienes haria sufrir, a Douglas no le importo nunca nada, ni su familia, a veces ni sus amigos, ni el amor, Douglas nunca creyo en nada ni en nadie, ni en el gobierno, ni en la iglesia, ni el odio o en los medicamentos, mucho menos en los doctores...
A Douglas solo lo hacia feliz escuchar la lluvia en su techo de lamina, en su diminuto cuartucho tan lleno de recuerdos y de olvidos; a el solo lo hacia feliz el pensar que una noche estrellada y fria podria tomar su vida -como lo hizo- y lanzarla al vacio con fuerza y rabia, con tristeza y con dolor para que se perdiera en medio de los murmullos de la urbe que duerme en medio de su podredumbre. A el nunca le importo absolutamente nada, ni el trabajo, ni su vida ni la de los demas, si habia paz o habia guerra en medio oriente, todo le fue indiferente asi como su amor lo fue para su amada -y tal vez- unica salvadora.
Siempre fue un inutil, una carga para sus amigos, un lloron cobarde incapaz de tomar la verdad y hacerla suya, siempre fue una farsa sin valor, sin coraje para abrir los ojos, para quitarse la venda, por eso se quito la vida, porque era mas facil irse a quedarse aqui y seguir peleando por ideales sin sentido.
Douglas siempre busco el amor, pobre idiota, nunca descubrio -o tuvo miedo de ver- lo que tenia frente a el; Douglas le rezo a su dios de utileria y por ende obtuvo una vida de carton que se vino a pique facilmente.
Pobre ser, me repugna ver su lapida adornada porque no es digno de lastima, solo de asco, porque a pesar de lo que los demas piensan, nunca fue una buena persona, solo fue un aprendiz de misogino escondido tras un disfraz de intelectual sentimental; siempre tuvo tantas mascaras puestas que al final ni siquiera el supo diferenciar quien era realmente.
Cobarde, iluso soñador, triste trobador que siempre le escribio al mar y al campo, al lago y las estrellas, que siempre le canto al amor y al odio, a los sueños y al temor; iluso idiota, vivio de sueños, o al menos eso intento, tantos viajes al otro lado de la oscuridad convirtieron todo en pesadilla, y asi fue entonces como conocio a su nuevo amor eterno, el clonazepam, dulces sueños, hermosa paranoia, bella locura que lo condujo por la senda de las espinas y los cadaveres, por el camino de los cementerios y el manicomio, por la ruta de los gritos y los psiquiatras.
El inutil por fin se marcho, y tras de el solo dejo recuerdos tristes y dolorosos, tras de el quedaron las cenizas de aquel amor que poco a poco consumio su mediocre existencia; Douglas huyo de todo el dolor y la tristeza de ser el mismo, se fue con la promesa de no volver porque en realidad aqui nadie lo espera, y a decir verdad tampoco lo esperan en ningun otro lado.
Indigente sentimental, defensor de las causas perdidas, opositor de la iglesia, poeta juglar de los perros de la calle, ofensor de las clases adineradas, resentido social, proletario inconforme, cadaver intelectual; fue conocido por muchos, pocos supieron su nombre -pobres de ellos-, odiado por algunos otros mas, amado por ninguna, utilizado por todos, fue un manipulador de situaciones, hipocrita de ocacion, interesado materialista, cobarde existencialista, solitario de nacimiento, bastardo por obligacion, fracasado por conviccion propia, muerto por su propia mano -de que forma?, algun dia lo descubriran-.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

WOW!!!!!!!! PRIMO QUE INSPIRACION,VOS SABES QUE ME GUSTA LO QUE ESCRIBIS, PERO ESTO SI TE PONE EN QUE PENSAR, EN UN MONTON.............

Eleonora dijo...

El plástico. Y las máscaras. Y las neuronas que se acomodan en el sillón. Tomo papel. Hago sangrar el tiempo en el que existo. Para permanecser vuelo y descubro. Para permanecer sobre las causas y los efectos. Soy infinito. Asi me muera, ya de viejo, ya de joven, ya de inepto. Estuve hoy, ayer y estaré siempre. En estas líneas que inauguran un cementerio. No es el suicidido que pasa. Es la letra abnegada. Soy el dueño de todo. Y no soy dueño de nada. La caída. La llegada. El ruido. Las neuronas despabiladas sobre la alfombra. Las máscaras. El plástico. Soy yo. ¿Quién habla?