martes, 15 de marzo de 2011

EL BARRILETE.

                Camino lenta y apaciblemente por el campo; no puedo decir que hora es, pero parece un día soleado, mas no caluroso; al contrario, sopla una brisa que refresca  mi paseo y torna todo muy comodo. Veo a mi izquierda y ahí está ella, tan hermosa como el primer día que la vi caminando por aquella calle del centro de la ciudad capital. Nos detenemos a descansar un poco, no conversamos, solo apreciamos el paisaje, solo disfrutamos del silencio que nos acompaña mientras nos tomamos de la mano. De pronto un niño vestido de blanco se aproxima a nosotros, trae un barrilete en la mano derecha y se lo obsequia a ella, quien de inmediato empieza a elevarse hacia el cielo. No hay miedo, no hay gritos, no hay llanto, solo un sentimiento de vacio y soledad que se hace mas fuerte mientras ella mas se aleja hacia el infinito azul.

                Empiezo a suponer que estoy soñando, todo esto es tan extraño que la única explicación es que debo estar soñando, no hay duda, lo estoy.  Siendo así, no tengo nada de que preocuparme, incluso puedo seguir disfrutando del paseo.

                Llego a un estanque de agua cristalina, me siento a descansar y apreciar la vista; de pronto, el niño aparece frente a mí y empiezo a suponer que viene a darme un barrilete también, (en este momento he llegado a deducir que el barrilete es una especie de conexión entre el mundo de la vigilia y el de los sueños) pero no es así, esta vez no trae ningún barrilete en la mano, sin embargo si pronuncia algunas palabras para mi:

-Tú crees que vengo a despertarte y en realidad no sabes cuan equivocado estás, solo vengo a despedirme de ti, pues estamos a punto de dejar de existir.

                Debo tener cara de confundido porque el niño ríe luego de decirme que viene a despedirse. Antes de yo poder decirle o preguntarle algo, él continúa:

-Supones bien si has pensado que la chica a quien di el barrilete antes, ha despertado. Ella, para ser exacto, estaba en estado de coma, se mantuvo así por una semana luego de sufrir un accidente. Tú, por el contrario, no estás durmiendo ni en estado de coma; tú al igual que yo, solo somos una invención de la mente de ella, somos tan solo parte del sueño de una chica en coma que acaba de despertar, y por ende, ya no tenemos razón de ser o existir…

-Pero que me estas diciennnnnn….


                

jueves, 10 de marzo de 2011

En honor a uno de mis favoritos...

     De nuevo acepto la culpa de hacer tan solo un insípido copy paste, pero no me importa mucho, porque lo que copiaré aqui hoy, es el Decálogo del Perfecto Cuentista, de Horacio Quiroga (uno de mis consentidos); así que sin mas rodeo, aca lo dejo:


I
Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
II
Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III
Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia
IV
Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V
No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI
Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII
No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII
Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX
No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino
X
No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.