martes, 16 de noviembre de 2010

EL ROCK, LA BANDA SONORA DE MI VIDA

En alguna parte escuché lo siguiente: “…y cuando la humanidad desaparezca, en algún lugar, bajo una roca, habrá una cucaracha tocando un riff de rock”. En efecto, la música nunca desaparecerá, evolucionará o involucionará, pero ahí seguirá, en especial el rock and roll, tal y como lo ha hecho en mi vida.

Recuerdo la primera vez que escuché un acorde, el redoble de la caja, el poderoso latido de un bajo, la estruendosa voz del líder de alguna banda de rock, y desde ese día, no he vuelto a ser el mismo, pues el rock and roll se ha vuelto una parte inherente de mi, como un medio de expresión y como una forma de catarsis para exorcizar mis demonios internos. A lo largo de todos estos años en los que he disfrutado de la irreverencia y el poder que me otorga este género de música, me he topado con detractores de la misma, gente que no solamente no comparte mi gusto, sino que, critica sin saber, habla sin fundamentos y simplemente me (nos) catalogan de satánico, y en el menor de los casos, de loco. No puedo dejar de sentir lástima por toda esa gente que solo cumplen con la función que les fue impuesta por una sociedad que no sabe que existen, y que sin embargo les impuso los roles que deben cumplir dentro de este juego, me refiero a que solo vienen a: nacer, crecer, reproducir, destruir cosas bellas, y por último matarse entre si mismos.

Con decepción me encontré con una especie de pseudo reportaje comentario, que dice en uno de sus párrafos: “Causa tristeza el espectáculo que ofrecen los promocionados conciertos de rock. Gente histérica, desmayos, desórdenes callejeros, violencia y... al final lo único que queda es un vacío interior. Es que acaso no existe otro tipo de música?”. A lo cual me pregunto yo: ¿Qué sucederá cuando rompan su burbuja de cristal y se den cuenta de que desperdiciaron su vida siendo como unos “bueyes que van al matadero” -citando al gran Esteban Echeverría-? Siempre he sido tolerante con todo tipo de comentarios, pero desde algún tiempo me he venido diciendo a mi mismo “ya basta”, creo estar en un punto de cero tolerancia hacia las criticas sin fundamento, sobre todo si se ataca a una de las expresiones mas puras que conozco, el rock.

Viene a mi mente en este preciso momento, las palabras del brasileño Ezio Fabio Bazzo, quien nos da un golpe directo cuando dice: “La sumisión es la moral de los Asnos y por causa de ella, el mundo se atasca en las ciénagas. Tú ya naciste sumiso. Creciste sumiso. Estudiaste sumiso. Trabajas sumiso. Fuiste a fiestas, a la iglesia, a los cuarteles, al matrimonio y al bautismo de tu hijo, sumiso.” De acuerdo, estoy por completo de acuerdo, y por eso seguiré gritando a todo pulmón que me fascina la música estridente, pues es por medio de ella que me declaro como alguien “no sumiso”, es por medio del rock que puedo, por un momento, romper con las cadenas que debo cargar y ser libre.

Requirió de mucho valor y calma, terminar de leer esa hoja a la que hago alusión, y un párrafo antes del fin, me encuentro con otra sección que me causa nausea: “Atrae a muchos jóvenes por su letra muy difusa porque creen que describe realidades y problemas del mundo: SIDA, droga, sexo, pobreza, guerra, etc.; expresan insatisfacciones que sienten muchos jóvenes por las injusticias sociales y los ideales que tienen para un mundo mejor. Pero ¿qué ejemplo de vida nos dan los ídolos de la música moderna?, ¿qué ha logrado para todos nosotros los jóvenes?, ¿qué verdaderas soluciones ha traído las filosofías del rock?” Y yo me pregunto ahora ¿Qué ha hecho la iglesia?, criticar el uso del condón, hacerse de la vista gorda (como decimos en buen chapín) frente al problema de las drogas, porque sabemos de las debilidades carnales de los representantes de las distintas religiones; darle “alimento espiritual” a aquellos que lo único que necesitan es una pieza de pan, y así puedo mencionar muchos detallitos mas al respecto.

No quiero continuar porque voy a empezar a divagar en otros aspectos a los que no quiero darles mucha importancia, me basta con decir que no me importa lo que los demás digan, incluso si es alguien querido quien lo hace, el rock and roll siempre será parte de mi vida, y si alguna vez llego a quedar varado en alguna isla desierta, me gustaría poder tener a mano, aparte de mis libros, una dotación enorme de baterías, un reproductor de discos y toda mi colección de rock (en inglés, español y de todos los subgéneros del mismo).

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